sábado, 21 de septiembre de 2013

hace unos meses empecé a descubrir un par de sensaciones que no conocía, y que ahora se repiten bastante. No las puedo describir, son distintas a la alegría, la pena, la nostalgia.
A veces me pasa que siento mucha paz, tranquilidad, y me siento feliz, pero es tremendo. Otras veces tengo tanta pena, pero es una pena dulce, como de resignación, es como aceptar que tengo pena y que está bien.


Me pasa que hay canciones que encuentro tan lindas, que me hacen llorar. Que las escucho y siento cómo me cubren. Música que es preciosa y que se conecta tan bien, que es como parte de uno y de todo.

Canciones que son como de una banda sonora de una película, pero de una película bacan, una película con escenas de cuando fuimos al rio loncomilla en la noche y el cielo estaba genial, de cuando andábamos en un camping nosedónde y te pusiste a tocar guitarra y me dijiste que cada vez tenías más facilidad para sacar temas, y de cuando estábamos en la terraza del escondite y estaba lloviendo y habían truenos, relámpagos y rayos -esa hueá fue mágica-, y de cuando nos quedamos echados en la cama conversando hasta las siete de la mañana, y de cuando era de noche en la Laguna de la Plata y mirábamos el cielo, con una guitarra al lado de la fogata, de cuando llegamos a la cabaña de Pelluhue y nos tiramos patúamente en la cama que estaba sola en una pieza y no había nada más de lo que preocuparse durante días, escenas de cuando nos paseábamos en pijama por el hotel de Bariloche e íbamos a todas las piezas de los demás con toda la confianza.

Sensaciones que descubrí con ayuda eso sí.


O imágenes, videos que cuando los veo siento que estoy ahí, siendo que estoy rodeada de los árboles en la noche, siento el viento que mueve las hojas y las ramas.




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